La
educación que recibimos, el conocimiento que nos transmitieron, la destrezas
que nos inculcaron son una parte importantísima de nuestro “ser” como
profesionales. Sin embargo, todo ese cúmulo de conocimientos científicos y
empíricos que fuimos adquiriendo (y olvidando algunas veces) es solo una parte
de nuestra formación. Un profesional de éxito en su área de trabajo debe saber
manejar algunas herramientas para construir su futuro desde hoy.
Para
saber dónde dirigirte, primero debes saber dónde estás: Ser conscientes de lo
que ocurre a nuestro alrededor es una habilidad que nos permite distinguir posibles
oportunidades en primer lugar y estar más atentos para evitar los tropiezos en
consecuencia. Debemos apreciar el panorama completo que nos permita observar desde
la mejor perspectiva dónde estamos parados y qué caminos seguir en pos de
nuestro objetivo. Desde nuestro lugar de trabajo debemos analizar las tareas
diarias que estamos desarrollando y nuestra contribución al resultado final,
apuntando desde allí a la consecución de nuestra meta, nuestro crecimiento.
Descubrir
fortalezas: todas las personas tenemos habilidades y virtudes para realizar
ciertas actividades mejor que los demás, o por lo menos, mejor que la
mayoría. Debemos descubrir cuáles son
nuestras fortalezas como profesionales, aquellas habilidades que nos permitan
distinguirnos y crecer en el ámbito en que nos desenvolvemos. Frecuentemente
nuestras fortalezas están asociadas con nuestra pasión por hacer las cosas, con
aquello que nos gusta hacer. Las cosas que se hacen con amor, definitivamente tienen
un nivel de calidad superior.
Definir
objetivos: cuando descubrimos nuestro propósito y donde realmente queremos ir,
encontramos una satisfacción mayor en cada tarea individual que realizamos. No
es una cuestión sencilla, pero cuanto más acertadas sean nuestras decisiones
respecto a dónde queremos llegar, más llevadero será transitar el camino.
Diseñar
estrategias: elaborar una hoja de ruta siempre nos facilita conseguir lo que
nos proponemos. Un ítem importante es focalizarse en lo que realmente nos es más
productivo. El mundo en el que vivimos muchas veces nos abruma con
distracciones que nos desvían de nuestro propósito, y está en nosotros
discernir sobre lo que más nos conviene Fijar actividades orientadas a la
consecución de una meta, es el primer paso para conseguirlo.
Ejecutar
las estrategias: este apartado podría parecer obvio, pero justamente es aquí
donde la mayoría de las personas se estancan. Una cosa es decirlo y otra cosa
es hacerlo. Cuesta ganar el habito, pero una vez adquirido, todas las tareas
las realizamos sin mayor esfuerzo.
Perseverar:
son pocas las ocasiones donde conseguimos lo que queremos en el primer intento,
debemos estar suficientemente convencidos de nuestras metas para seguir
insistiendo. Aquello que nos motiva debe ser nuestra energía para levantarnos después de cada caída.
Celebrar
los logros: muchas veces olvidamos celebrar y reconocer lo que logramos todos
los días, cumplir con las tareas, ayudar a los compañeros, resolver un conflicto,
superar un miedo, ganar un hábito, etc. con cosas pequeñas que nos deben
impulsar a seguir.
Particularmente
soy partidario de buscar mejorar primero, y después buscar la perfección. Un
paso tras otro hacia adelante, es mucho más satisfactorio que buscar correr de
repente y quedarse sin energía a poco de empezar. El trabajo duro diario, el
compromiso y la responsabilidad redundarán en una formación profesional con
todas las letras.
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